Pese a que leí varias reviews que me alertaron sobre la mala actuación de un cast que no llegó a nada, decidí darle una oportunidad. Pero antes de dejar que el barco se hunda de forma definitiva, destacaré la gran actuación de Uma Thurman, que no fue suficiente para rescatar del naufragio a esta propuesta que prometía más de lo que fue.
Como cualquier proyecto de terror clase B, la historia comienza con lugares comunes. Una joven llamada Sasha (Sivan Alyra Rose) sufre un ataque al corazón justo en el momento en el que estaba por perder su virginidad. Menudo trauma con el que deberá de cargar de ahora en más, ya que gracias al trasplante de otra chica fallecida en una dudosa situación, logró sobrevivir.
Tras la intervención, comienza a vivir a la sombra de Becki Lefevre, la fallecida hija cliché y sweetheart americana que posee su cuerpo: visiones, alucinaciones y cambios de personalidad son parte de la nueva rutina de la pobre Sasha, quien en una desesperada búsqueda de supervivencia, hace lo que puede para encajar en la elitista escuela privada a la que asistía la «muerta». Por cierto, dicha beca fue otorgada por los desconsolados padres ricos (Uma Thurman y Tony Goldwyn) que al darse cuenta que su hija está «dentro» de la joven, especulan con todo tipo de actos para no dejarla «descansar en paz». De resiliencia, ni hablar.
El problema principal es que el trabajo de Sivan Alyra Rose no termina de convencer y lejos de traspasar la pantalla, termina por convertir a la serie en un producto que quedó a medio hacer. Diálogos pobres e historias que no terminan de «explotar», suman a la decadencia de esta serie que es mejor olvidar.
En pocas palabras, las expectativas no fueron llenadas talento y pese a la gran dirección de Alfonso Gómez-Rejón, responsable de algunos episodios de ‘American Horror Story’, la historia no logra convencer a nadie.